martes, 14 de julio de 2009

Las artes en Chile y la Academia de Bellas Artes


La Academia de Artes es un sistema de enseñanza, creación y difusión artística. En Chile fue asociada a la monarquía francesa, toma por lo tanto, el modelo francés transplantado en América Latina. Las primeras Academias surgen en Italia (Cosme de Medicci y la Academia de Dibujo). Esta invención italiana se expandió al resto de Europa, en Francia surge como una necesidad de beneficio ante los gremios de maestros pintores y su objetivo final fue resaltar la imagen del Rey Luís XIV. En las primeras academias de Europa implantaron una jerarquización de los géneros, el más importante fue el retrato y la pintura histórica, luego las escenas mitológicas, las escenas bíblicas, la antigüedad clásica, el paisaje, la miniatura, bodegones y naturaleza muerta fueron considerados un arte menor. El arte académico en sus comienzos estuvo asociado a los principios clásicos de orden, claridad y mesura. La función de la pintura a través de la Academia fue representar la realidad en una superficie plana, mimética. Al pintor se le exigía gran rigurosidad en su trabajo plástico. La revolución francesa llega a abolir las instituciones monárquicas.

En Chile la institucionalidad se funda en el modelo francés derivado de la Revolución Francesa. En la época post independentista, como sabemos, fue imperante la construcción de una idea de “Nación”, libre de las imposiciones españolas en nuestro caso como país, donde se desarrollara Chile como un territorio autónomo, capaz de valerse por sus propios principios e ideales. Por ello fue la educación de los habitantes fue uno de los puntos fundamentales en los nuevos regimenes políticos, pues los hombres y mujeres que nacieran de este nuevo sistema educativo, serían el reflejo de esta nueva nación libre. Con este fin de educar a mayor cantidad al país, se crearon reformas que apuntaban a una enseñanza completa de quienes futuramente lo guiarían. No obstante, este régimen educativo no contemplaba las artes en un comienzo. Por ello, fue importante el día 4 de Enero de 1849, al decretarse la creación de una Academia de Bellas Artes. Como director de la nueva Academia fue traído el italiano Alejandro Cicarelli (1811-1879), quién viaja desde Brasil donde trabajaba como retratista. Antonio Romera considera que este artista fue inflexible ante su ideal estético, sin permitir que los alumnos siguieran un camino señalado por su propia sensibilidad[1], además lo consideraba como un artista con aspiraciones anacrónicas en cuanto a su trabajo pictórico y estaba más interesado en mostrar sus propias creaciones que en educar a los alumnos de la Academia. Romera considera también que no fue un gran compositor ni colorista. Sus fundamentos plásticos estaban centrados en los ideales clásicos. Sus ideas estéticas se ven claramente reflejadas en el discurso[2] que pronunció para la inauguración de La Academia de Bellas Artes. El artista comienza su discurso refiriéndose a como en todo orden de cosas, el arte también tiene un inicio, un desarrollo y una decadencia. Así Cicarelli va relatando de forma sucinta la Historia del Arte según su perspectiva. Pero se detiene con esmero en el arte clásico. Resalta lo impecable de la proporción y belleza de los maestros clásicos. Cicarelli cree que el arte, debe ser regido por estos cánones, por lo tanto debemos inferir, que el tipo de arte que será imperante en el primer periodo de la Academia, estará bajo estas ideas estéticas. Cicarelli además, se interesa por el dibujo preciso, la paleta cromática contenida y no pasional y, por un claro interés por lo mimético. Uno de los puntos más interesantes en el trabajo de Cicarelli, y en lo que luego llevará a la práctica en las aulas de la Academia de Bellas Artes, es la función del arte. El italiano piensa el arte como funcional, el artista, al igual que el héroe patrio, debe hacer lo suyo por su país. El artista debe ensalzar las hazañas del héroe, así las artes plásticas están subyugadas a una labor específica y no tiene una autonomía total ante los temas que pinta y la forma de resolverlas pinturas. La Academia de Bellas Artes dio la posibilidad de una status social distinto al artista, ya que la labor artística fue tan importante como la del mártir patrio.

Los objetivos planteados por La Academia, en el decreto de fundación, están contemplados los cursos de dibujo, anatomía humana, mitología y atributos de divinidades. Pues como Cicarelli menciona en su discurso, los nuevos artistas deben conocer las pautas plásticas y los cánones de los clásicos, para representar perfectamente las glorias patrias. Esta enunciación nos da en cuenta una serie de cuestiones, una de ellas es el tipo de educación artísticas que tendrán los artistas chilenos como profesionales, en los comienzos de La Academia; la función del artista en la sociedad; que el arte que se esta produciendo en esta época, es un arte académico, neoclásico, dependiente de un tema mayor que es la representación histórica.

El artista que siguió en la dirección de La Academia de Bellas Artes en nuestro país, fue Ernesto Kirchbach (1832-1880), al parecer, no tuvo mayor influencia ni cambio en la estética académica. Siendo alemán, se regía también por una formación académica de su país, Romera habla de él como un artista que se regía por un fuerte subjetivismo de raíz medieval, además de ser frío en su trabajo plástico, pues no admitía cromatismo cálido[3]. Le sigue el florentino Juan Mochi (1831-1892), caracterizado pro Romera como pobre en coloridos, falta de sensibilidad y se queda en un naturalismo acromado y seco, dibujo correcto atado a las apariencias inmediatas. A pesar de las apreciaciones negativas que podemos ver en la crítica de Romera, hacia el trabajo plástico de Mochi, como director de la Academia entre los años 1876-1892, se preocupó, a diferencia de Cicarelli, de promover el trabajo de los alumnos. Comienza a liberarlos de las fórmulas estéticas. Incita el cambio de tema, desde un tema histórico, mitológico, Mochi invita a sus discípulos a observar el paisaje. Por lo tanto, este tercer director, marca de alguna forma la primera liberación plástica. Recordemos que Juan Mochi fue maestro de Juan Francisco González, personalidad importante dentro de la escena nacional, que se destacará por sus paisajes y por su trabajo con la materia pictórica.

Cosme San Martín (1850-1905) fue el primer director chileno de la Academia. Como podemos observar en sus obras de arte, se dedicó cuidadosamente a un trabajo mimético exacto. Su trabajo con las materialidades, con la transferencia de los ropajes, la luz, la piel. Lleno de detalles, sus cuadros no muestran interés por una autonomía plástica, más bien es el reflejo de un trabajo que desea mostrar algo más que una simple pintura. Trata de representar un momento, valiéndose de la pintura para hacerlo. Nuevamente vemos relegado el tema de la autonomía plástica, y el academicismo sigue ganando terreno. La llegada de Pedro Lira (1845-1912) a la Academia no cambia el panorama artístico. Es indiscutible su labor como docente y su gran aporte al arte nacional, pero con Lira aún estamos en presentación de un arte que se subyuga como una tarea complementaria. Pedro Lira fue considerado un gestor cultural de la época, por ello lo consideramos importante. Sin embargo, en tanto a su tarea plástica, no podríamos considerarlo como innovador. Discípulo de Cicarelli vemos en el trabajo de Lira una mayor precisión en el dibujo, un dominio de la paleta cromática y una transferencia de la materialidad admirables, sin embargo sigue pintando de la manera tradicional, hecho que no ayuda a un desarrollo del quehacer plástico, ni fomenta a una reflexión de la labor del artista como tal.

La llegada de Virginio Arias a la dirección de la Escuela de Bellas Artes (ya no Academia) marca un quiebre. Arias fue escultor, a diferencia del resto de los directores que fueron pintores. Su llegada a la Escuela, en 1900, coincide con el cambio de siglo, y además con el cambio de la elite social, como sabemos, la ascensión de la clase media. Virginio Arias además proviene de la clase media. Fue discípulo de Nicanor Plaza. Uno de los trabajos escultóricos más importantes y reconocidos de Arias es “La Araucana”, esto connota un interés por lo propio, por sus raíces y un importante cambio en el foco de interés que antes se desarrollaba dentro de las escenas históricas, míticas, alegorías, etc. Virginio Arias trajo consigo varios cambios dentro de la Escuela de Bellas Artes. Entre algunos de los cambios de Arias encontramos la separación de los talleres en sección de hombres y de mujeres., la anexión de las Escuela de Bellas Artes al Museo de bellas Artes, el taller de escultura práctica y la división de las artes que enseñaban en la Escuela entre “arte puro” y “arte aplicado”. Con el interés de Arias por las artes industriales, y no tan sólo por un arte utópica, con funciones románticas, se marca lo que serían las bases de un arte moderno. En esta época, la Historia del arte da un giro, pues los artistas van entendiendo su hacer dentro de un campo propio. Acercándose a una autonomía y razón plástica.

De los artistas nacionales, podemos rescatara ciertamente a los cuatro maestros que clasifica Antonio Romera, y que con el tiempo se ha refirmado este enunciado entre el círculo del arte del nuestro país. Pero más allá de nombrar y desarrollar la vida y obra de Pedro Lira, Valenzuela Puelma, Valenzuela Llanos, me interesa hacer un énfasis en la labor artística de Juan Francisco González, pues considero que marca un tipo de pintura independiente de La Academia. Juan Francisco González no tuvo grandes preocupaciones teóricas, en 1888 viaja a París, viaje que marcará ciertamente su trabajo pictórico. Su trabajo plástico posibilitó la renovación artística del país. Cree en un arte espiritual más que teórico. González capta las sensaciones coloristas, y su factura de paisajes esta emparentada con los impresionistas, sin serlo de forma tal. Trabaja a plein air, donde puede captar de forma inmediata las impresiones recibidas en al retina, llevándolas a la tela. Juan Francisco González tiene una preocupación plástica y matérica. No hay un tema definido, pues ya no le interesa retratar el paisaje nacional, los paisajes son anónimos, les resta interés pues su importancia se fija en la pintura. Es decir, que González toma el paisaje como un modelo donde puede ejercitar su trabajo plástico y no como un modelo a copiar miméticamente, donde ensalce la cordillera o el mar chileno. Trabaja en pequeños formatos de cartón, tipo apunte. Su trazo es característico, grueso y evidencia la pincelada. Crea una pintura plana, bidimensional, alejándose de la atmósfera y la perspectiva. Todos estos puntos mencionados anteriormente, dan en cuenta la incorporación de las enseñanzas de la vida moderna al arte nacional. Dan un primer paso a un arte por el arte.



[1] Véase Historia de la pintura chilena por Antonio Romera, apartado que se refiere a la apertura de la Academia.

[2] Discurso de apertura de la Academia de Bellas Artes, Santiago, 1849.

[3] Romera, Antonio A. Historia de la pintura chilena. Editorial Pacífico, Santiago, 1951.

2 comentarios:

mord dijo...

lloras a menudo?¿?¿

C.A.B.V. dijo...

http://escenadevanzada.blogspot.com/