El frío hiela rápidamente las manos cuando éstas están descubiertas en la madrugada de un sábado invernal. Descubierta porque no ha podido pegar ni una pestaña pensando en una idea que tiene para escribir. Nunca publica nada, ni tampoco hace que alguien las lea, pero le gusta escribir esas ideas que tiene en la cabeza, de lo contrario no puede dormir. Muchas veces se acompaña de un vaso con algún licor fuerte que le ayude a relajarse, otras veces escucha un poco de música, la mayoría del tiempo prefiere canciones en otro idioma, de preferencia una lengua casi incomprensible. Piensa que algún día alguien encontrará todas sus notas, poemas y escritos, todo esto post-mortem, los llevará a una editorial y sus hijos gozarán de una fortuna considerable gracias a su talento literario oculto.
La idea de hoy trata sobre una mujer que siente una gran insatisfacción en su vida, lo tiene todo, un hogar, buen trabajo, hijos y un esposo que si bien ya no le atrae sexualmente, se esfuerza por complacerle en todo lo que pueda. Un día, esta mujer asidua a las bibliotecas públicas, decide entrar en la sala para mayores de diez ocho años, hace tiempo sentía la inquietud de entrar a aquella sala, pero el pudor y la psicosis de que algún conocido pueda verla y pensar mal de ella frenaban sus deseos de hacerlo. Pero aquel glorioso día decidió hacerlo, entro como si fuera una acción cotidiana, casi diaria. Se paseó entre los estantes, dispuestos en orden alfabético según el apellido del autor. No conocía a ningún autor de los que aparecían en los estantes; ni siquiera la reconocida colección “La sonrisa vertical” de literatura erótica, aún así se acercó a mirar los títulos, y aunque muchos de ellos le llamaron la atención (como El Burdel de Josep-Lluis Seguí), pensó que sería demasiado obvio llegar con un ejemplar a su casa, con ese título y siendo parte de esta colección que no le ayudarían a esconder la temática del libro. Siguió caminando, miraba de reojo al resto de las personas, esperando no encontrarse con nadie conocido. Llegó a un libro que le causó curiosidad por su escueto título, Carol, leyó la información de la autora Patricia Highsmith, le pareció interesante, no recordaba que era la misma escritora de Extraños en un tren, película dirigida por Alfred Hitchcock, que había visto hace un par de años y que le había gustado muchísimo. Lo tomó y cruzó rápidamente la puerta de la sala en dirección a la sección de préstamos… Llegó a su casa y se dio cuenta que ya todos estaban durmiendo, ella aprovechó ese instancia para sumergirse en su secreta lectura, no demoró más de un par de días para acabar con el libro, sintió un poco de envidia de las protagonistas del libro, el nivel de libertad y decisión ante sus deseos. Ella sería incapaz de abandonar a su familia, aunque hasta ese momento no había reconocido que siempre ha sentido la inquietud de conocer a una mujer en otro plano.
Pasaron un par de días y debía llevar el libro a la biblioteca nuevamente, volvió a subir a la sala para mayores de diez ocho años y a recorrer los estantes. Tomaba un libro con un título idealmente discreto y volvía a su casa, pasaban un par de días y repetía la acción. Un día, en su vulgar rutina, se dispuso a tomar un libro cuando una voz se dirige a ella y le dice: ¿con que te gusta la literatura LGBT? (En realidad ella no tenía ni la menor idea de que significaba y tampoco sabía que el libro que estaba tomando se trataba precisamente de este tipo de género), ella casi no quiso mirar, y al hacerlo se dio cuenta que una compañera de su trabajo estaba ahí… La miró y no dijo nada más que un Hola, no tenía mucha relación con su compañera, en la oficina cada uno estaba en sus asuntos y no había mucho tiempo de conversar, cuando había algo de tiempo libre ella prefería leer alguna revista o tomarse un café, pero este encuentro era difícil de ignorar. Conversaron un rato y luego su compañera la invitó a tomarse un café en un lugar cercano que conoce. Hablan de todo un poco y luego llegan al tema de la literatura gay, ella no sabe mucho que decir, pero su compañera de oficina parece ser una experta, le recomienda algunos títulos que se encuentran en la biblioteca y otros que no lo están, pero amablemente se ofrece a prestárselos, de hecho podrían ir a buscarlos en ese mismo instante y seguir la entretenida conversación en su departamento. Ella dudosa prefiere dejarlo para otra ocasión aunque agradece la invitación.
Al día siguiente en la oficina su compañera de lejos le hace una seña, ella incomoda la responde, a la hora de comer se encuentran y su compañera la invita a comer, ella accede y continúan con la conversación sobre la literatura LGBT, pero incluyendo también el cine. Su compañera le dice que tiene una colección bastante completa de películas de esa índole, que casi no llegan a carteleras y son muchas veces escasas para conseguirlas, la invita a ver un par de películas después del trabajo, ella se da cuenta que lógicamente su compañera es lesbiana y que obviamente la invitación podría tomar otros caminos. Lo piensa, piensa en sus hijos, en su esposo, en la casa… y finalmente accede.
Se juntaban un par de horas tras el trabajo, ella no quería dejar a su familia ni que sus hijos tuvieran noticia de su vida oculta y de sus nuevas preferencias sexuales, pero sin duda, era una de las mejores decisiones que había tomado en su vida.
Pone el punto final, se queda releyéndolo y queda algo satisfecha. Realmente nunca queda del todo satisfecha cuando termina de escribir, pareciera que falta algo, que algo se pierde en el transcurso de lo que piensa y lo que tipea. Apaga el equipo y se va a dormir, ¡por fin!-dice- al fin conciliará el sueño sin pensar en esta última fantasía que acaba de escribir.
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